Cuando subí al taxi observé que el conductor tenía el periódico tendido sobre el volante y cada que podía lo revisaba.
Lo peor de todo se daba cuando en cada parada que hacía, ya sea porque el semáforo estaba en rojo o porque el tráfico así lo exigía, hojeaba una y tres veces el periódico y siempre había alguien que tenía que pitar para que siguiéramos.
Pensé pedirle que dejara de leer y se concentrara en la conducción, claro, imaginando que no recibiría una buena respuesta.
Decidí no decirle nada y hacerme el desentendido, total sí estaba conduciendo rápido, cuando lo hacía.
Finalmente llegué al estadio Olímpico Atahualpa, le pagué y él seguía con el periódico en el volante leyendo no sé qué cosa.
Así hay días y así hay taxistas en la viña del Señor...
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